Introducción
El ajedrez es posiblemente uno de los juegos de mesa más antiguos, conocidos y populares que existen. Es un juego de mesa de los llamados racionales, es decir, aquellos en los que el azar no influye en el desarrollo de la partida, y el resultado sólo depende de la capacidad y habilidad de los jugadores para decidir cómo mover las piezas por el tablero. Por ello, el ajedrez es una actividad exigente desde el punto de vista cognitivo.
Es un juego que requiere concentración, memoria de trabajo e inteligencia fluida (adaptarse y enfrentar situaciones nuevas de forma ágil, sin que los conocimientos previos o el aprendizaje supongan un factor determinante). Al fin y al cabo, es imposible memorizar los miles de distribuciones que se pueden dar en el ajedrez, y se estima que, para una jugada de mitad de partida, existen unas 30 posibilidades para un solo movimiento. Esto implica que la capacidad de prever jugadas, desarrollar estrategias y el pensamiento crítico son también habilidades importantes a la hora de jugar.
Debido a esta exigencia que presenta el ajedrez, se suelen hacer dos tipos de afirmaciones que en cierto modo son antagónicas:
- Por un lado, se afirma que el ajedrez desarrolla la memoria, la concentración, el pensamiento crítico y la resolución de problemas; mejora el rendimiento educativo de niños y adolescentes (especialmente en matemáticas), y que, en definitiva, jugar al ajedrez nos hace más listos.
- Por otro, el ajedrez tiene fama de ser un juego complejo, en el que sólo aquellos con muchas capacidades innatas son capaces de jugar a alto nivel, y que por tanto es un juego sólo apto para un grupo de personas especialmente inteligentes.
¿qué hay de cierto entonces en todo esto?
Skill transfer
Empecemos por la primera afirmación. Hemos dicho que el ajedrez es un juego que requiere de un cierto esfuerzo mental y de ciertas habilidades cognitivas. La asunción implícita que se hace en este caso, como en tantos otros es que las destrezas que se desarrollan para poder jugar al ajedrez se transfieren a otros campos (matemáticas, capacidad de lectura) o que mejoran capacidades más generales (memoria, razonamiento).
Sin embargo, ya desde los inicios del S.XX se sabe que esta asunción no tiene por qué ser totalmente cierta. La teoría de los elementos idénticos de Thorndike dice que habrá una transferencia de destrezas o habilidades entre diferentes campos en la medida que haya una superposición entre las habilidades involucradas. Lo que las pruebas parecen indicar, es que, con excepciones la transferencia entre campos cercanos en común, mientras que entre campos lejanos es muy rara, aunque se puede dar.
Beneficios cognitivos del ajedrez
¿Cómo se aplica la transferencia de habilidades del ajedrez a otros ámbitos entonces?
Lo cierto es que, a pesar de lo que pueda parecer, hay pocos estudios al respecto sobre cómo se transfieren las habilidades cognitivas del ajedrez a otros campos, y las conclusiones de los que hay en muchos casos no son definitivas. Además, la mayor parte de los estudios se han centrado en niños y adolescentes, ya que es precisamente en esta etapa vital cuando el desarrollo cognitivo es mayor.
Esto se debe a que los estudios rigurosos de este tipo son dificilísimos de hacer de forma rigurosa, puesto que serían demasiado complejos y caros. La investigación en este campo es siempre complicada. Sin embargo, sí se pueden sacar una serie de conclusiones, aunque probablemente no sean las que uno se esperaría.
Se ha detectado que el ajedrez puede mejorar de forma moderada las competencias matemáticas y de comprensión lectora de los alumnos tanto de primaria como de primeros cursos de secundaria. En el caso de las matemáticas, hay elementos comunes de relaciones cuantitativas y resolución de problemas. Sin embargo, no se puede afirmar con rotundidad que la causa de esto sea el jugar al ajedrez, si no que puede haber otras explicaciones.
Sin embargo, el ajedrez sí que proporciona otra serie de beneficios claros, que, aunque no sean tan espectaculares, son sumamente importantes. Aún más, si tenemos en cuenta que estos beneficios son independientes de la edad.
Lo que el aprendizaje del ajedrez proporciona, es mejorar nuestra capacidad de atención y concentración. Mientras se aprende o se juega, es necesario estar pendiente del juego, concentrados en la tarea, tratando de predecir las jugadas futuras tanto propias como del oponente. También obliga a aprender a trabajar bajo presión, y a evaluar estrategias complejas. Puede que no haya una transferencia clara y directa a otros ámbitos, pero en el caótico mundo actual, el trabajar estas habilidades no es desdeñable.
Otra conclusión importante de las investigaciones realizadas es sobre la motivación: mientras las clases no sean obligatorias, en el caso de los estudiantes se mejora su atención en el colegio y su interés. Posiblemente, esta sea la explicación de por qué hay cierta mejora en su rendimiento académico.
Es posible que en el caso de los adultos la incidencia de la motivación sea menor, pero el aprender a jugar al ajedrez proporciona otra ventaja vital a ambos grupos: según se va aprendiendo, fallando, repitiendo y evaluando las estrategias utilizadas, podemos ver nosotros mismos nuestra propia mejora. No sólo eso, sino que podemos aprender cómo aprendemos a mejorar, una habilidad importantísima y que en muchas ocasiones no es sencilla de observar.
Por último, existen estudios que indican que el ajedrez, como otros deportes mentales, es beneficioso a largo plazo para nuestro cerebro, ya que ejercitarlo de esta manera podría ayudar a prevenir enfermedades como el Alzheimer.
¿El ajedrez es sólo para genios?
Una conclusión habitual de los estudios es que el aprendizaje del ajedrez es un factor muchísimo más importante que las capacidades innatas a la hora de jugar. En algún estudio, niños de 10 y 11 años que estuvieron un curso recibiendo una clase semanal de ajedrez podían derrotar sin problemas a adultos que sabían jugar, pero sin entrenamiento formal.
Es cierto que una persona inteligente lo tendrá más fácil para destacar en una actividad puramente intelectual como el ajedrez, pero lo cierto es que, con un mínimo de entrenamiento, pocos deportes son más igualitarios que el ajedrez.
Las conclusiones de varios estudios parecen indicar que con un mínimo de 25-30 horas de instrucción, existe más claramente una transferencia de habilidades a otros campos.
Conclusiones
Aprender a jugar al ajedrez, probablemente no nos convierta en unos genios, pero, realmente esto es irrelevante.
Del mismo modo que vamos al gimnasio o hacemos deporte para ejercitar el cuerpo, hacemos una dieta y unos seguimos ciertos hábitos para cuidar nuestra salud, debemos también ejercitar nuestras mentes. En este aspecto, el ajedrez es un juego exigente, que nos obliga a concentrarnos y trabajar varias habilidades cognitivas, y que aún encima, ¡resulta divertido! ¿Qué más se puede pedir?